martes, septiembre 28, 2010
Para bien o para mal, jamás pudo olvidarse de esa cara ensangrentada, en la que destacaban dos desmesuradas pupilas esquizofrénicas. Ese tío con traje de chaqueta no podía ser mayor que ella, a duras penas rozaría la mayoría de edad, y se reía con tanto entusiasmo que parecía haber descubierto el verdadero sentido de la vida. A ella no la vio, aprovechó para escabullirse en cuanto el desconocido se entretuvo en escupir un diente prematuramente huérfano.
Tres meses más tarde volvió a encontrarlo en la peor biblioteca de la ciudad, arrancando una página de un libro rancio de autoayuda. Se sentó frente a él y cubrió su escote con el ejemplar de Grandes Esperanzas. Estaba impecable, llevaba una corbata simétrica.
- Dime, ¿Qué es? ¿El sexo? ¿La violencia? ¿Finges?
- He desechado la filosofía.
El temerario se armó de la más psicótica sonrisa, se acercó a una de las ventanas y, eventualmente lanzó el manual contra la acera.
- La clave es el momento.
Antes de que el grito huracanado de la bibliotecaria monopolizase el edificio restaurado, agarró su mano y tiró de ella a toda velocidad durantes tres escaleras de caracol.

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