sábado, noviembre 20, 2010
Llevo unas semanas cubierta por una odiosa capa de sopor, una obstrucción sensible que ha rellenado de cemento mi cerebro. La obsesiva indefinición que es capaz de frenar y frustrar al mismo tiempo. Estoy encerrada en ese aceptado cubículo de responsabilidades, hechos cotidianos, comenntarios manidos. Soy esa oficinista que trabaja ocho  horas escribiendo mecánicamente, vuelve a casa a ver los mismos programas de televisión, a comer productos precocinados que saben a cartón y a dormir en una cama de medidas universales con sábanas estandar. También soy ese sentimiento ánímico, energético que está presionando cada zona poco controlada de mí para advertir "Eh, que esto no es suficiente, ¿vas a conformarte con el futuro predeterminado?" No sé, se supone que he entrado en el tramo más cercano a la primera linea de metra, y tras ella hay múltiples bifurcaciones borrosas. Veo lo que debería, eso siempre ha estado claro, es el estatus estrella y lo correcto, veo lo que me gustaría a corto plazo y lo que realmente proveería a mi alma de la emoción mítica. El problema radica en la imposibilidad de casar sendas opciones, en la incapacidad personal que me lleva a quedarme con la grava en las manos y la pala colgada del hombro izquierdo. Hoy, el adjetivo perdida tiene una significación especialmente dolorosa. La confusión no consigue despejar la certeza de que aquello que he perdido no va a volver a cruzarse por mi camino. Se hace patente mi inmadurez crónica reflejada en cada paso en falso, pero ese no es el problema. No sé cual es el fallo orgánico, químico, fisiológoco, terapeútido, no sé donde puedo localizar el error de imprenta.
Necesito un estado transitorio de coma, o que cese el tiempo lo suficiente como para hacer un examen interno de todo lo que me revoluciona las neuronas. Ahora sé que mi madre tenía razón cuando repetía una y otra vez eso de "tu desorden va a afectarte en el futuro" Que alguien me acerque una jodida aspiradora y unas gafas, que nunca he sabido leer mapas.
martes, noviembre 09, 2010
Si eres valiente, ahora que has perdido el orgullo serás capaz de borrar el trayecto doloroso en círculos y poner pie en otro camino aunque se tambalee, aunque te manches los zapatitos de mierda, aunque sientas que tu corazón va a autodevorarse. Si de verdad has pasado todos tus diecisiete años alardeando de arrojo y descaro, arráncalo de tí desazte de él como si se tratase de esa mancha entre baldosas que requiere rodillas, estropajo y sudor. Porque, si has cambiado debes enorgullecere del rostro sustituto y de las ganas sin empezar, del sentimiento de ser una novata que va a equivocarse otra vez a todas luces. Ése no es el problema, porque ahora, igual que una espía cambia de peluca, obtendrás un nuevo deseo intramuscular,, y sabes que otra sangre va a bombearte. Es una nueva mañana, es el despertar.
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