sábado, febrero 27, 2010
Me gusta, me gusta bailar mientras voluntariamente me ciego,  y Oasis suena en esa cadena de música que encontraron en un cubo de basura. Totalmente ajena, el viento deshace los mechones y hace que el holgado pantalón de pijama amenace con caer rodeando los tobillos fijos a las baldosas llenas de ceniza.
Cuando el cielo se pone en huelga durante unas escasas veinticuatro horas y hace lo que le sale de las nubes.
sábado, febrero 20, 2010
Cerró con violencia la puerta de su cuarto, que ya se encontraba casi arrancada de las bisagras por los contínuos arranques de ira que le proporcionaba la vida. Miró al techo, el único punto de aquel hervidero de frustración y desorden que se mantenía en una envidiable paz color blanco roto. Quería mandar todo a la mierda, como solía hacer siempre en ocasiones que rebasaban su límite de paciencia.
Decir varias veces "vete a la mierda, métetelo por el culo..." dedicado a múltiples destinatarios. Se llevó las manos a la garganta, se había quedado totalmente afónica, el fuego trepador quemó sus cuerdas vocales.
Miró sus dedos crispados, abrió el contenedor de monstruos a los que nunca temió y sacó una funda en la que relucían parches heredados. Bajó la cremallera como lo haría un maltratador desvistiendo a su mujer tras una fiesta deplorable. Apartó la ropa y la desgana apática de su cama, se sentó sobre el colchón tintado de rotuladores y colocó la guitarra sobre sus muslos. Entre la cuarta y sexta cuerda, una púa prendida y marcada por los dientes de leche de un bebé enfurecido. Los suyos.
Sacó a Louie de su cabeza caótica, a los buenos e hipócritas modales, a las súplicas de su madre. El primer acorde fue precipitado y cayó con un estruendo poco melódico. Luego pudo relajar la postura de sus hombros y soltar todo el aire hirviendo que inflaba sus pulmones. Dos lágrimas turbias se enredaron en la madera del instrumento acústico. Tres minutos, cuatro a lo sumo, y dejaría de ser por un momento la rebelde inaguantable.
Solamente una adolescente delgada, compunguida, que susurra entre hipidos "Great balls of fire" y se acuerda de su padre muerto. 
jueves, febrero 18, 2010
Comenzó a revolver su estómago cuando su padre procesó la última gota de zumo de tomate, y la radio transtornada se estropeó. Podía soportarlo.
A punto de llegar el cosquilleo y la naúsea la hacían saltar sobre el asiento gris conquistado por los ácaros, estaba consciente y acababa de pintarse los labios de un rojo reconocible. Los pies descalzos barrían su sujetador en el suelo.
El coche paró, la puerta tardó en abrirse, lo hizo y ella salió con el pelo suelto y el alma enredada en las uñas pintarrajeadas de sus extremidades inferiores. Se bajó los pantalones húmedos, como una piel anfibia, tiró el chaleco más allá del "Stop" y se cubrió con los jirones distinguidos.
Fuera, cerca, el aire la lamía y la música atronadora trataba de quedarse con su vestido. Se aproximaba, los pinchazos se convertían en impactos de proyectiles desde la boca del estómago. Confundiéndose con los cuerpos y los propósitos.
Lo vio, en éxtasis, en medio de ese calvo desierto, y el detonador hizo explotar el deseo bajo esa tela de margaritas violetas.
domingo, febrero 14, 2010
Cuanto más duela, más cerca estará la completa recuperación.
Me escuece, me desgarra, hierve, grita, lacera y se deshace, arde como si ese trozo importante de mí hubiese sido forzado a bajar independientemente al infierno. Pero, siguiendo ese consejo infantil, debo ir por buen camino. 
miércoles, febrero 10, 2010
Aquel balcón era estrecho, el suelo crujía incrementando cada tarde el catálogo de grietas espluznantes, y captaba el humo tóxico de alguna chimeneas de edificios cercanos. A pesar de todo eso ella siempre dirigía la marcha de sus pies deformados hacia allí y se aposentaba para jugarlo todo con una muerte segura poco profesional. Era una posición estratégica, agarrada a la baranda oxidada tenía acceso visual a toda esa magnífica inmundicia soñadora.
Caía la noche y todas las luces de locales y fiestas explotaban como luciérnagas alucinógenas. El ruido de la risa, el exceso y la vida efímera florecientre penetraba cada alma, incluso la suya. Más de diez horas danzando al son del festivalero apocalipsis de la moral.
Pero ella, sin duda, prefería el barrio corrupto justo tras el amanecer. El silencio terminaba de vaciar las botellas de absenta, los desperdicios eran la metáfora de almas. Ni siquiera las ratas perturbaban el descanso, se tambaleaban con una dulce sobredosis por el desenfreno.
La chica olvidaba entonces sus ojos amoratados por el maquillaje agresivo, las puñaladas que asestaba a su cintura el corsé, el himen vendido al mejor postor y la inexistencia de un futuro de progreso. Durante las mañanas en Monmartre, si cerraba los ojos, podía oler un trazo de inocencia
lunes, febrero 08, 2010
- Así que quieres. No se trata de una percepción única.
- Ahora.
- No eres tan inocente como parecías en ese primer momento.
- Ni tú tan zorra, estás temblando.
- Es la excitación, va a volver pronto. Justo cuando toque ese timbre insufrible.
- ¿Qué vamos a hacer?
- Supongo que prefieres que te ignore durante esos segundos y que tu exhibas tu sonrisa de perdona-vidas.
- Quiero esconderme.
- Eso es aún peor, una broma muy lograda.
- Contigo, en el baño, quiero empotrarte contra esa puerta cochambrosa y que tu sudor renueve las pintadas. Que ella entre, huela la perdición y de la vuelta definitiva.
- Cruel.
- Necesario, no sabes con que ansiedad te estoy deseando.
miércoles, febrero 03, 2010
Oh sí, eso si era una tremenda casualidad, certera. Acababa de encontrarlo, y hasta su crítico nombre de usuario me resultaba sexy. Ponía mis oídos a cien y las pastillas ácidas de su lengua, escasas, habían removido mi pequeño corazón inexperto como un acertado puré de gusanos.
Quería. Si. Tanto que, tenía que intentarlo al menos, desplegaría mi miserable estilo alternativo.
No iba a dejar escapar la oportunidad de convertirme en su putita sifílítica adolescente.
lunes, febrero 01, 2010
Mi madre suele decir que soy un ángel rebelde. Rebelde porque hago todo lo posible por contradecir las órdenes prescritas para el beneficio de mi salud, y huyo con frecuencia del hospital, llevando el suero colgado de mis venas derechas. Ángel porque todos piensan que estoy más cerca del cielo que de la tierra.
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