lunes, diciembre 31, 2012
Sigo teniendo dentro ese habitáculo destinado a las representaciones más salvajes de una venganza dramática, porque el germen de la indignación sabe a dulce cuando le abres la puerta al abismo de las arterias. No pienso adornar una inútil lista de propósitos para nuevos cielos porque sé que mi terquedad tiene etiqueta perenne y no se me va a pasar lo negro por una gota de esperanza.
Pero fíjate que pienso más en el gris que en el color de la sangre, una felicidad extraña se ha ido haciendo hueco entre los papeles rotos, de okupa en el cerebro cargándose las cerraduras. Y a lo mejor es raquítica y sería una hazaña que consiguiera empañar el terciopelo adormecido del dolor, bien enclaustrado desde que no recuerdo. Quizá se desvanezca a los pocos suspiros porque se siente intrusa en este agujero de frustraciones inconclusas.
No lo sé, prefiero alejarme de las fechas y seguir flotando en esta ambigüedad que es como agua lechosa en una bañera, templada. Conozco las tempestades y su regularidad, son compañeras estacionales a las que ya no grito porque he desarrollado una ductilidad de heroína trágica.
Intentaré quejarme menos por la circunstancia y adaptarme a esos golpes fatídicos. Puedo, y no me da la gana desmembrarme al viento por causas perdidas.
viernes, noviembre 30, 2012
¿Frank? Frank es un capullo muy listo, sabe lo que se da bien y lo explota con maestría. Cuando cumplió quince años descubrió que el mundo femenino respondía demasiado positivamente a su genética agradecida. Quizá no era bueno en matemáticas, pero cortaba respiraciones a su paso. Vive de los caprichos de cincuentonas que hasta la fecha sólo se habían corrido al ponerse unos zapatos caros. Está en una posición tremendamente segura, nunca se ha metido en líos por su propio pie ni ha estado involucrado en asuntos turbios. Pero tiene una debilidad, y soy yo. Hace un año una lesbiana con el labio partido y un tanga llegó a su apartamento justo cuando él había acabado un servicio. Me salvó la vida, me protegió y hasta ahora me ha mantenido junto a él sin pedir nada a cambio. Yo, al contrario que este ejemplar de hombría, soy un pozo de calamidades y desgracias. Donde pongo el pie cae la sangre, es inevitable, vivo de la mano de la mala suerte desde que me dejaron abandonada en un contenedor de basura. He intentado explicárselo cientos de veces, pero él sigue convencido de que llegué a su vida por una razón y se niega a dejarme tirada como lo han hecho todas las demás personas. Nunca podré enamorarme de él, por razones obvias, y sé que él también va a derrumbarse si se empeña en tenerme.
domingo, noviembre 18, 2012
No sé si soy Alicia o el rey que duerme durante la partida.
viernes, octubre 19, 2012
Qué se yo, es mi cuento, así que las cosas pueden suceder sin un hilo enrevesado de mierda prescindible. Todavía no me he figurado lo que tiene, quizá contribuye la manera en la que sus miembros empujan el aire. Está enfrentándose al mundo, dando puñetazos de cara al destino mientras se ríe de sus errores y enarbola la  sonrisa de "podría deshuesarte con el brillo de los charcos en mi lengua, y soy consciente". Su olor a algodón de azúcar deshaciéndose en un charco de sangre, mientras en la maldita feria abandonada gritan los cadáveres de voces infantiles. No concibo el paraíso de entre sus piernas como nada más que una utopía disuelta en absenta que me meto mientras intento memorizar una poesía surrealista y cierro los puños. El movimiento ligero hacia un lado y al otro de su cabeza cuando ponen el tango de última hora y ella no va a bailarlo. Diría que me muero si morir significase incorporarme a sus partículas. No me basta con saborear su esencia mojada en esos escasos minutos en los que ella se dedica a empujar mis límites, cada vez más con los pies rozando el vertedero. No quiero cesar la asimilación continua de su veneno de faldas a cuadros y medias con carreras atosigándole la piel de cordero. Bébeme.
sábado, octubre 06, 2012
Mira que es jodido recordar. Abro el paso al exterminador de plagas, no quiero mi hipotálamo ni el sabor a sangre que traen las fotos antiguas. Ojalá me borrasen los moratones de ayer para que pudiese seguir mi marcha sin ese maldito dolor agrio de articulaciones. Como las camas viejas, deben sufrir ellas mismas cuando el peso de nuevos cuerpos haga susurrar sus muelles y viajen a aquel momento en el que el matrimonio se juraba amor eterno. Llega la hora envenenada, y los días tachados mentalmente en el calendario y entonces haces balance de traqueteos y no te queda nada, ni tras la suela de los zapatos machacados. Mi nombre me sabe enrarecido, esta soy yo en este exacto minuto, pero no tendré mi esencia en cuanto corran los sesenta segundos, que encima lo hacen más rápido si los empuja la angustia del pecho. Necesito frenar un poco, sentarme a mirar el avance de la muerte en el cigarrillo y convencer a la ansiedad de que sigo vivita y coleando aunque resulte imposible. Volver a la ventana en pleno frío, asomar todo el cuerpo e intentar a bocanadas recuperar el impulso, el color. Me hace falta Octubre, y el puñetazo de la brisa cruel, ha sido mucho aletargamiento de veranos sin mirar atrás, todo se paga.
domingo, septiembre 16, 2012
Ya supongo que se trata de una sensación de vacío somática, porque los libros me hablaron desde los diez años de pasiones turbulentas, y sentimientos tan desgarradores que te llevaban de viaje al limbo por una cuchilla. He intentado que mi corazón fuese un bólido brillante dejando su huella por carreteras salvajes.
En ningún caso ha funcionado lo suficiente, a lo mejor confundí las migas de mi bolsillo con polvo de hada, pero los estremecimientos sólo surtían efecto con las piernas abiertas. Durante ese tiempo de vacilaciones entre el yo íntimo y el universo inerte, resumí que el fallo estaba en mis circuitos.
Es falso, la publicidad referida al AMOR es engañosa, si fuese una crema que prometiese deshacerse de los comezones y provocase picor aun mayor ya habríamos denunciado a la compañía fabricante. Pero son asuntos abstractos y no hay contratos.
No estoy sentimentalmente muerta, de éso me di cuenta al ver el modo en que una emoción concreta sí que era capaz de vomitarme de dentro a fuera sin compasión. Estamos equivocados por la experiencia externa, la rabia es la mayor de todas las fuerzas. La rabia, la ira son verdaderamente capaces de transmutar tu alma en una explosión bestial. No me hablen más de Romeos y Julietas, porque el placer de un puñetazo habría sumado todos esos desvelos de ventrículo y los habría dejado a la altura de las alimañas. Que no me digan que la tristeza de despecho quita el sueño cuando los rugidos de puro odio reconcentrado te llevan por ríos de candentes pulsaciones hasta que no te queda otra que claudicar con instintos primarios.
martes, mayo 29, 2012
Echar de menos los vuelcos y el dolor de corazón ante numerosos deslices estúpidos. Rememorar la tinta de alcohol en las noches en que las farolas también se apuntan a fumarse un cigarrillo. Sabe bien la negligencia, la falta de cuidado al danzar por pedregales de blues, los orgasmos sin llamar ni prometer cielos envejecidos. Quiero exprimirme en manos de la casualidad, y tengo preparado el fregadero por si mi zumo resulta ser demasiado ácido. Los chalecos salvavidas oprimen el tórax, sabe mejor un tragantón de agua que la certeza de unas piernas cruzadas sobre la misma silla de un retrato polvoriento. A veces ni siquiera volar es suficiente, hay que adentrarse en la corteza turbulenta de la vida y extraer todo lo que conlleve. Me han abierto en canal y ahora vomito el terror sin preguntarme a qué hora pasará el último autobús, o si habrá alguien esperándome con cientos de raíces tras de sí. Las historias emotivas usualmente son sólo etiquetas en el cerebro.
lunes, mayo 28, 2012
Siendo tempestad de cucharadas de piel dulce y jugosa, tus cuerdas vocales son incapaces de pronunciar mis sílabas sin estallar en trozos inencontrables. Ni me encuentro, ni podemos recrear el viento alzando faldas y derribando fortalezas. Es un juego de ojos cubiertos y una pegajosa culpa que sabe mejor que cualquier retoño de dulce al sol del azúcar. Cuando me encuentres, mis vísceras se pondrán a rodar hasta caer en fango de fosas tectónicas, calientes y salvajes. El peligro nos absuelve de las curvas que tomamos sin darle cuerda a los hemisferios, deshaciéndonos en partículas inefables. Todavía huelo el cielo en mis esquinas, y es que esa gloria dañada se mantiene medio adormilada en cuanto asimilo tu toxina. Aunque sea a pata coja y esquivando bultos secos gritando a mi pecho. Detrás de la apatía se levanta una temeridad, y lleva guadaña, zapatos de tacón alto y lo vergonzoso al descubierto. Nos hemos dejado la noción de lo suficiente al fondo de un bolsillo que no sonará al violarlo el aire. Mis remordimientos van al contenedor, y tu piel a tragarse la mía.
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