viernes, octubre 19, 2012
Qué se yo, es mi cuento, así que las cosas pueden suceder sin un hilo enrevesado de mierda prescindible. Todavía no me he figurado lo que tiene, quizá contribuye la manera en la que sus miembros empujan el aire. Está enfrentándose al mundo, dando puñetazos de cara al destino mientras se ríe de sus errores y enarbola la  sonrisa de "podría deshuesarte con el brillo de los charcos en mi lengua, y soy consciente". Su olor a algodón de azúcar deshaciéndose en un charco de sangre, mientras en la maldita feria abandonada gritan los cadáveres de voces infantiles. No concibo el paraíso de entre sus piernas como nada más que una utopía disuelta en absenta que me meto mientras intento memorizar una poesía surrealista y cierro los puños. El movimiento ligero hacia un lado y al otro de su cabeza cuando ponen el tango de última hora y ella no va a bailarlo. Diría que me muero si morir significase incorporarme a sus partículas. No me basta con saborear su esencia mojada en esos escasos minutos en los que ella se dedica a empujar mis límites, cada vez más con los pies rozando el vertedero. No quiero cesar la asimilación continua de su veneno de faldas a cuadros y medias con carreras atosigándole la piel de cordero. Bébeme.
sábado, octubre 06, 2012
Mira que es jodido recordar. Abro el paso al exterminador de plagas, no quiero mi hipotálamo ni el sabor a sangre que traen las fotos antiguas. Ojalá me borrasen los moratones de ayer para que pudiese seguir mi marcha sin ese maldito dolor agrio de articulaciones. Como las camas viejas, deben sufrir ellas mismas cuando el peso de nuevos cuerpos haga susurrar sus muelles y viajen a aquel momento en el que el matrimonio se juraba amor eterno. Llega la hora envenenada, y los días tachados mentalmente en el calendario y entonces haces balance de traqueteos y no te queda nada, ni tras la suela de los zapatos machacados. Mi nombre me sabe enrarecido, esta soy yo en este exacto minuto, pero no tendré mi esencia en cuanto corran los sesenta segundos, que encima lo hacen más rápido si los empuja la angustia del pecho. Necesito frenar un poco, sentarme a mirar el avance de la muerte en el cigarrillo y convencer a la ansiedad de que sigo vivita y coleando aunque resulte imposible. Volver a la ventana en pleno frío, asomar todo el cuerpo e intentar a bocanadas recuperar el impulso, el color. Me hace falta Octubre, y el puñetazo de la brisa cruel, ha sido mucho aletargamiento de veranos sin mirar atrás, todo se paga.
| Top ↑ |