viernes, febrero 08, 2013
Ahora me dejo las musas entre bolsas de guisantes en un congelador, mientras me entrego en carne a esos nuevos vientos que huelen a niebla, sobriedad y a destripadores de traje. Me sigues mirando desde esa foto desenfocada, pero ya no me acuerdo ni de las primeras notas de tu desodorante. Es triste mantenerte con quince, dieciséis años, repitiéndote hasta destrozar el tono de tu voz en el vinilo de los años de instituto. Apareces como inspector de hacienda cuando intento perder el desorden de pensamientos en la almohada, no me dejas descansar tranquila. Cuando me despierto todavía tengo el reflujo de una reconciliación que nunca se terció en tus cartas y me machaca la conciencia. No te quito de mí por la terquedad de la derrota no aceptada.
Ojalá pudiese llevarte otra vez a esos camerinos, violentarte hasta conseguir dar color a los momentos negruzcos. Todavía te necesito y sentirme un poco más tonta, inocente, inmaculada.
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