domingo, abril 14, 2013
Contigo lo huracanes sólo equivalen a una profunda acidez de estómago que me hace recordar todos y cada uno de mis fracasos embotellados. Cada paso significa despeñarte a más kilómetros e ir empapándote de mierda sin tener un hueco para lavar un poco la ropa interior. Te veo sonriendo en fotos y me pregunto por qué no tengo una agenda para casos insalvables, aquello en los que la negociación es un paso a saltar. Te enviaría a una pandilla de albaneses para que jugasen con tus tripas y luego te picaran el billete al infierno. Aunque la satisfacción de hacerlo yo misma supera todo éxito posterior en el resultado. No sólo te asesinaría brutalmente, si no que te descuartizaría con una sierra oxidada e iría lanzando tus restos a los lugares con los que te has sentido menos identificado en tus años de victorias. No intentes joderme con tus dosis de tosco egocentrismo de tío molón que se adjudica méritos irrisorios por el mero hecho de haber pasado la veintena. Si nos volviésemos a encontrar en el tiempo y yo tuviese 13 años, aparato en los dientes y pecho plano aún tendría la capacidad de sobrepasarte en cualquier sentido. Me he ganado el derecho a vestirme de una prepotencia extrema y no limitarme a tocar las estrellas, si no a volcarlas y hacerlas ceniza en honor a un mal día. Tengo las palabras de la psiquiatra religiosa dándome vueltas como un mantra de resurrección y bueno comienzos: "Tienes que acabar con todo ese odio que hay en tu interior"
Me río de todas esas terapias.

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