viernes, octubre 19, 2012
Qué se yo, es mi cuento, así que las cosas pueden suceder sin un hilo enrevesado de mierda prescindible. Todavía no me he figurado lo que tiene, quizá contribuye la manera en la que sus miembros empujan el aire. Está enfrentándose al mundo, dando puñetazos de cara al destino mientras se ríe de sus errores y enarbola la  sonrisa de "podría deshuesarte con el brillo de los charcos en mi lengua, y soy consciente". Su olor a algodón de azúcar deshaciéndose en un charco de sangre, mientras en la maldita feria abandonada gritan los cadáveres de voces infantiles. No concibo el paraíso de entre sus piernas como nada más que una utopía disuelta en absenta que me meto mientras intento memorizar una poesía surrealista y cierro los puños. El movimiento ligero hacia un lado y al otro de su cabeza cuando ponen el tango de última hora y ella no va a bailarlo. Diría que me muero si morir significase incorporarme a sus partículas. No me basta con saborear su esencia mojada en esos escasos minutos en los que ella se dedica a empujar mis límites, cada vez más con los pies rozando el vertedero. No quiero cesar la asimilación continua de su veneno de faldas a cuadros y medias con carreras atosigándole la piel de cordero. Bébeme.

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