sábado, octubre 06, 2012
Mira que es jodido recordar. Abro el paso al exterminador de plagas, no quiero mi hipotálamo ni el sabor a sangre que traen las fotos antiguas. Ojalá me borrasen los moratones de ayer para que pudiese seguir mi marcha sin ese maldito dolor agrio de articulaciones. Como las camas viejas, deben sufrir ellas mismas cuando el peso de nuevos cuerpos haga susurrar sus muelles y viajen a aquel momento en el que el matrimonio se juraba amor eterno. Llega la hora envenenada, y los días tachados mentalmente en el calendario y entonces haces balance de traqueteos y no te queda nada, ni tras la suela de los zapatos machacados. Mi nombre me sabe enrarecido, esta soy yo en este exacto minuto, pero no tendré mi esencia en cuanto corran los sesenta segundos, que encima lo hacen más rápido si los empuja la angustia del pecho. Necesito frenar un poco, sentarme a mirar el avance de la muerte en el cigarrillo y convencer a la ansiedad de que sigo vivita y coleando aunque resulte imposible. Volver a la ventana en pleno frío, asomar todo el cuerpo e intentar a bocanadas recuperar el impulso, el color. Me hace falta Octubre, y el puñetazo de la brisa cruel, ha sido mucho aletargamiento de veranos sin mirar atrás, todo se paga.

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