jueves, octubre 01, 2009
La chica desaparecida, en faloras, en papeles arrancados, lamidos por la lluvia y la porquería.
La chica a tus pies frente al metro, es tan bajita, es tan pequeña, que si no vistiese como un ejecutivo cualquiera la confundiría con la hermana pequeña de aquella mujer atareada, o su hija. Ella no se encoge, alza los hombros, la cabeza, como si quisiera retar a cualquiera que se atreva a cuestionar su estatura, o sus rasgos. O su cutis luminoso de melocotón en almíbar, o los piececitos serenos y rosados, o las manos de dedos largos y uñas devastadas.
Chica perdida de camino a un bar, chica de rodillas, chica que besa mordiéndo y muerde la comida como si la besase, con cariño, saborea la fresa y la esencia de menta en las chocolatinas que le regala una camarera lesbiana, además de sus proposiciones indecentes.
La chica endeble, usable e imperecedera, la chica que asiente entrecerrando los ojos, que insulta con el gesto vuelto para que nadie vea lo que le tiembla la cara redonda.
La chica que patea sin llegar a abollar los coches sucios, que intenta pasear a un pájaro y convertirlo en una atracción de circo, y lee revistas al revés para buscar mensajes subliminales o sentidos ocultos, algo dedicado unica y directamente a ella.
Ella egoísta, atolondrada, de inteligencia desvaída y egocentrismo distraído, se le han perdido los "yos" en los bolsillos llenos de números de teléfono.
Que es delgada, delgaducha, de extremo y obsceno hueso marcado, de brillo en la piel tirante, de piernas que son patas de araña angulosas. Que tienta el viento a violarla y penetrar sus recovecos, por eso roba zapatos masculinos y llena los huecos de piedras, para quedarse adherida al suelo.
Odia los ángeles y las formas abstractas en las nubes que ella nunca consigue distinguir, cortaría sus alas y su flotabilidad, apegada a la tierra. A los vicios, a los desastres, a la mala vida y al dolor profundo de trozos de instante desperdiciados.
Colecciona fracasos amorosos, y es ambigua.
¿He mencionado ya que es pequeña?
Lo es porque todavía lleva a sus espaldas sacos de inocencia.

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