Sentada sobre la acera y manchándose las sandalias de gasoil escapista contempla el establecimiento. Piensa que el romanticismo agonizó cuando hizo acto de presencia la comida rápida. Deja la rosa de plástico punzante a su derecha, deseando que la alcantarilla decida tragársela, pero no lo hará. No es material selecto.
Alguien se acomoda muy, muy cerca de ella, y sin mirarlo el perfume a aceite cancerígeno los envuelve como humo lacrimógeno.
- Puedo invitarte a algo si no tienes dinero.- Observa los rizos mañaneros, y la cara de textura nada comparable a la de esas patatas fritas embadurnadas en colesterol maligno.
- Bah, he venido preparada.- le muestra la bolsa precintada, y las zanahorias frescas de su interior. En el vaho que empaña el plástico podrían escribirse dos nombres.
- ¿No esperas a nadie? No quiero hacer el gilipollas.
- A una ráfaga de viento.
Se estremece, en Agostro la carretera explota en efervescencia vulcánica al contacto con los cuerpos, ahora esos mismos cuerpos se escarchan y agrietan. El desconocido deja las patatas a un lado, alcanza la rosa y sonríe, luego la desliza entre los barrotes de la alcatarilla lentamente. Ella se quita el gorro de alpaca porque le arden las mejillas, y olvida sus zanahorias ecológicas.
- Feliz San Valentín.
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4 pildoras alucinógenas:
Tu descripción es única en estos blogs!!Me recuerda a las novelas de Laura Gallego :)
Un saludo muy fuerte!!!
Vale, estoy fascinada. Me encanta.
Tus historias me fascinan cada día más!!
Un besazo!
le dejo galletas, para acompañar.
(y un mamut)
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