Odio saber que hay historias maravillosas, emocionantes, que quedan por vivir en cientos de nacimientos y muertes, y esa entelequia solo tendrá cabida en mi enredada mente.
Queda la realidad tan sombríamente imprevisible, la mala suerte, los fracasos difíciles de superar por haber sido subida al cielo por el ego acaramelado.
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