viernes, enero 01, 2010
¿Sabes lo que más me gustaba? No era su corazón acelerado, a punto de colapsar. Tampoco el murmullo gatuno que provocaba el último resquicio orgásmico, ni la forma en que sus pies se retorcían en un amasijo trémulo. Adoraba las últimas palpitaciones de su coño humilde devorado por mi lengua de rebelde sin causa, y el sudor que me regalaba desde su posición pasiva. Pero sobre todo, me gustaba mirarla justo después de follar. Tenía los ojos febriles y las mejillas totalmente inundadas en rojo, como dos tomates a punto de deshacerse.

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