jueves, febrero 18, 2010
Comenzó a revolver su estómago cuando su padre procesó la última gota de zumo de tomate, y la radio transtornada se estropeó. Podía soportarlo.
A punto de llegar el cosquilleo y la naúsea la hacían saltar sobre el asiento gris conquistado por los ácaros, estaba consciente y acababa de pintarse los labios de un rojo reconocible. Los pies descalzos barrían su sujetador en el suelo.
El coche paró, la puerta tardó en abrirse, lo hizo y ella salió con el pelo suelto y el alma enredada en las uñas pintarrajeadas de sus extremidades inferiores. Se bajó los pantalones húmedos, como una piel anfibia, tiró el chaleco más allá del "Stop" y se cubrió con los jirones distinguidos.
Fuera, cerca, el aire la lamía y la música atronadora trataba de quedarse con su vestido. Se aproximaba, los pinchazos se convertían en impactos de proyectiles desde la boca del estómago. Confundiéndose con los cuerpos y los propósitos.
Lo vio, en éxtasis, en medio de ese calvo desierto, y el detonador hizo explotar el deseo bajo esa tela de margaritas violetas.

1 pildoras alucinógenas:

Anónimo dijo...

dime por favor que por muy retorcida que seas la tía no se folla al padre
hahaha

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