martes, agosto 17, 2010
La cisterna rota la provee de una sinfonía de sonidos acuáticos que conforman, junto con su respiración agitada, la perfecta banda sonora que la acompañará en su descenso al abismo.
Su ojo derecho toma el control unos segundos para somarse a la superficie envuelta en huellas del espejo del cuarto de baño.
Ahoga una carcajada, la sonrisa sardónica pronto iluminará su rostro en la morgue de cualquier dejado hospital público. Ante sí desfila el amplio arsenal de automutilación que ha podido coleccionar. Su coche espera en el garaje con las ventanillas bajadas y la calefacción en marcha. Por si se echa atrás ante el dolor o el lamentable espectáculo sanguíneo.
El cable del teléfono cortado, y la puerta de entrada cerrada con llave. Todo esta más que planeado, aunque quedan los dos aspectos primordiales del suicidio. El primero, la nota dedicada al desdichado lamentable que la encuentre comatosa y desmadejada. El segundo, simple, la muerte.
Coloca su diario abierto sobre la taza del váter, y saca punta al lapiz rojo que encontró bajo el sofá. Bien, ahora, ¿qué cojones va a escribir? En su mente tiene como referencia la carta que escribió Kurt Cobain antes de volarse los sesos, pero sería deprimente que plagiase ese documento.
Se muerde los labios, no sabe ni cómo empezar.
Empieza a hiperventilar, en sus rodillas brilla el beso de las baldosas. Es imposible que no encuentre la inspiración adecuada a estas alturas, a un paso de la desaparición. Se levanta de golpe, presa de un calor que quema hasta sus órganos vitales. No, no es desesperación, es pura rabia. Como un huracán repentino.
Recoge todas las cuchillas, arroja el matarratas por el desagüe, lanza su diario patético por la ventana. Se peina la melena empapada y por primera vez en seis meses se maquilla de modo que no parece una prostituta sifilítica.
Apaga la calefacción del coche, lo pone en marcha y a las cinco de la mañana, en pleno diciembre va a una cafetería a tomar capuccino con pastel de fresa.

2 pildoras alucinógenas:

·Êl düêndê (¡n)fêl¡z· dijo...

Un suicidio momentáneo: el plantarse de cara a la muerte, y retornar a la vida antes de despedirse prematuramente.

¿Quién narices escribe algo antes de cometer un acto así?

Debe ser muy complicado, ¿no?

Dolor dibuja el texto, dolor y rabia.
Me gustó

Un saludo

۞ Tristany de Lammermoor ۞ dijo...

Narrado de una manera increible.
Te veo escribiendo grandes novelas de suspense... narras los hechos de una manera sublime. Milimetrando cada detalle.

Buena entrada...muy buena entrada:))

Un abrazo!!!

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