martes, octubre 19, 2010
Es Domingo, es el día en que mamá y papá van a restregar su sucia alma contra los zapatos caros del sacerdote de turno. es el día en que ella mancha la suya, pero curiosamente el peso de la culpa se eleva más allá de la camiseta holgada al prender la sonrisa. El domingo se descalza, deshace la cama y pone blur en el radiocasette.Abre la cortina hasta que el sol llega a violentar su piel de bollo poco cocido. Frente a esa luz expiadora deja los miembros adormilados al descubierto. Se sienta, abre las piernas y vuelca todo el contenido represivo de su mente. Las manos cobran actividad impredeciblemente, primero se dedican a tantear los recovecos poco acenntuados, como un ratón ciego dando cabezazos hasta hallar el agujero. Cuando por fin respira, tres dedos se introducen en ese abismo fogoso que palpita con afán devorador. Se le abre la boca y entre sus paletas de modelo singular expele aire a presión que sabe a todo eso que le habría gustado probar. Llega hasta su epicentro, se desata la marea de la pérdida de identidad y su pelo danza esuriéndose por los hombros, preso de temblores. Antes de que el coche vuelva y sus progenitores vuelvan a impregnarlo todo de piedad, ella lanza un gito en el silencio y se desmadeja, con la euforia de purpurina en los ojos.

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