domingo, diciembre 06, 2009
Ayer mis pies amenazaron con suicidarse, andaba cautelosa y ellos gritaban, rugían y trataban de despegarse de mi tobillo aseteado por las marcas de la inexperiencia.
Me senté en el bordillo de un piso tomado por los okupas, coloqué mi bolso-pocilga defediendo de las miradas el rincón que apenas unos minutos antes había explotado y exhibido con entusiasmo. Pudor repentino del pecador.
Las luces de un escaparate lanzaban su último suspiro, un niño se deshacía de un chicle desde la ventana del monovolúmen que compartía con cinco mocosos más, y estaba esa mujer... Su expresión de desconcierto y la quietud de todos sus miembros en ese lugar tan poco adecuado atufaban a Alzheimer en el mayor grado de degradación.
Justo tras mi melena cardada la música atronaba, como bestias del infierno escapando para sembrar el terror. Guitarras, baterías que sonaban a puñetazos y costillas descolgadas. Rock duro, rock de sudor, de sexo y de sustancias mastica conciencias.
No, no estaba totalmente inmóvil. Pude ver como sus rizos compactos se movían de izquierda a derecha, junto con todo su cráneo de piel ajada, marcaba el ritmo, ese mismo ritmo, y su carrito de la compra bailaba con la soltura que ella hubiese deseado.

0 pildoras alucinógenas:

| Top ↑ |