miércoles, diciembre 16, 2009
Lana estaba modelando a toda prisa su look "despeinado con clase" de por las mañanas. Tenía en su contra el movimiento insufrible de los números fosforescentes de su reloj digital, además, se encontraba en un estado nervioso que acabó por partir en dos el endeble peine empapado.
Estaba segura de que esta vez la situación en la unidad familiar había traspasado las fronteras del desastre. Tras el último apoteósico enfrentamiento mamá versus papá los vecinos amenazaron con recurrir a la policía, no se habían escuchado gritos tan penetrantes como esos desde que una plaga de roedores infectos habían tomado el edificio.
Aunque ya, acostumbrada al panorama, se había hecho a la idea de lo que supondría el divorcio y el atosigador régimen de visitas. Viéndolo desde un prisma optimista y esperanzador, teniendo la existencia dividida podría crear un entresijo de mentiras sobre sus concesiones y hacer todo lo que hasta el momento se le había prohibido. El odio contribuía con gusto a facilitar las estrategias maquiavélicas.
Tras cebarse con la sombra de ojos colección "Gangrena" bajó al salón principal, para despedirse sin hacer ruido y poder largarse con la menor brevedad posible.
- Buenos días preciosa.
-Lana, cariño, creo que has crecido unos centímetros, estás estupenda.
- Llego tarde al instituto.
- Ah claro, ¿seguro que no quieres parar a desayunar con tus papis? He preparado huevos, salchichas, comprado cereales, fruta fresca de la sección ecológica...
- No creo que mi estómago esté preparado para eso. Otra vez será.
Cerró con suavidad, la mochila deshilachada cayó de los hombros hasta el felpudo. La incredulidad le hizo asomarse por la ventana a comprobar que la escena anterior no había sido fruto de una dulce pesadilla. Sus dos padres, frente a frente, se sonreían como si hubiesen asistido a un curso que regalaba un lavado de cerebro intensivo. Se preguntó entonces por qué razón era ella la que debía ir cada jueves a la consulta del psiquiatra para controlar sus inusitados cambios de humor. Imperaría la carga genética negativa.
Los pasos se perdieron, ambos adultos suspiraron con tranquilidad. La mujer se deshizo de la chaqueta de lino, bajo la cual asomaba un ceñidñisimo corsé de vinilo brillante. Retornó la fruta de plástico a su respectiva posición decorativa. El hombre arrojó la leche cortada por el fregadero, y devolvió aquellas bolitas naranjas al comedero del alterado hamster. Sacó una barra de labios de su bolsillo del pantalón y los coloreó de rojo putón. Luego cambió sus gestos de hombre respetable por aquellos innatos de fémina delicada. La peluca rubia le fue devuelta, mientras ella se pasaba un paño seco por el cráneo afeitado y completamente cubierto de tatuajes obscenos.
- ¿A quién le toca la casa esta vez?- preguntó ella sacando una pesada cadena de debajo de la mesa.
- Es tu turno, madame.- Las medias rosas delineaban sus piernas musculadas.- Jerry va a llevarme al hotel en que celebra sus aniversarios. ¿No te parece adorable y malicioso?
- Suena bastante bien putita. Aprovecharé para invitar a unos cuantos amigos, todavía no he estrenado esos chismes con colgadores, me muero por hacerlo.
- ¿Crees que la neurótica sospecha algo?- musitó con preocupación fingida.- No se parece un ápice a mí, ni siquiera tiene estilo. Pobre criatura.
- Nada. Somos un matrimonio que ha tenido problemas y acaba de resolverlos. Constituimos la perfecta familia.
- Estructurada, el ejemplo de la sociedad.

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